Tres disparos a bocajarro lo despertaron de un sueño que, poco a poco se había tornado tan agitado como la venida al nuevo día. Ya no pudo conciliar el sueño. Los acontecimientos acaecidos la jornada anterior no lo dejarían volver al reino onírico. La impotencia de no ser escuchado y comprendido por sus familiares y amigos más cercanos y los deseos de ayudar a tomar una camino esclarecido eran demasiado poderosos.
¿Cómo podía hacer esa persona que tenía tanto que aportar y al mismo tiempo era tan consciente de saber tan poco, para que las personas que más le importaban empezaran a comprender el propósito y fin último de la vida?
¿Cómo podía hacer para conseguir ser escuchado sin parecer un pobre loco de espíritu débil que se agarra a lo primero que lee, ve o escucha?
¿Cómo podría transmitir lo más profundo de su ser sin querer parecer superior o irrespetuoso a lo que sus allegados querían escuchar?
¿Cómo podría hacer para mantener la calma y el sosiego cuando las risas, las burlas y la falta de seriedad y respeto aparecieran en las conversaciones?
Sí algo aprendió durante sus años de investigación y experimentación, es que las ideas deben ser canalizadas. Toda idea en forma energética debe encontrar su desembocadura. Sabía que podía olvidar lo ocurrido o por contra canalizar toda esos pensamientos=energía en palabras. Quizá escribiendo una pequeña síntesis de todas aquellas razones que lo llevaron al esclarecimiento del propósito de la vida, lo ayudarían a ser un mejor representante de la verdad cuando una situación similar volviera a tomar lugar.
Fue en verdad un pequeño mazazo. Hasta ese preciso momento creyó que su familia vivía en otro nivel de consciencia. Creyó que el buen corazón de sus hermanas y la predisposición de su madre a leer libros de tipo espiritual eran un indicativo inequívoco de que empezaban a despertar a la verdad. Se equivocaba.
La idea de los castigos divinos aún dominaba sus almas. ¿Cómo podía ser posible?
Se dio cuenta de que las personas que más quería aún se encontraban en lo que él consideraba el primer peldaño: Tomar conciencia de uno mismo, de lo que somos en realidad.
El sabía que sólo cuando tomas conciencia de lo que realmente eres, puedes ampliar tu pequeña burbuja perceptiva y comenzar a ver y comprender la vida que nos toca vivir.
¿Cómo hacerles comprender su punto de vista tan dispar sobre alimentación, economía, política, etc. si les faltaba despertar a lo esencial para comprenderlo?
Empezó a escribir:
Cuando se vive sin ser consciente de nuestra naturaleza divina, a menudo creemos en cosas tales como los castigos divinos. Es una idea arraigada al viejo paradigma que nos cuenta que necesitamos seguir un líder porque somos demasiado ignorantes, débiles e insignificantes como para tomar las riendas de nuestras vidas. Hablar de castigos divinos implica otorgar tu poder a un ente ajeno y separado de tu ser. Hablar de castigos divinos denota desconocimiento de nuestra naturaleza divina.
Hablar de castigos divinos significa tener la creencia de que un ser barbudo sentado en un gran trono rige nuestras vidas desde nuestro mismo nivel de conciencia. Desde un nivel de conciencia dónde las cosas "buenas" y "malas" de la vida se rigen bajo el prisma de la dualidad en la tierra.
Es un paradigma en el que las religiones han sido su sala de maquinas. Unas religiones que durante siglos y milenios nos han contado que un ser todopoderoso, omnipresente y amoroso rige nuestras vidas repartiendo premios y castigos dependientes de la calidad de nuestros actos. Nosotros jamás enviaríamos a la muerte a un hijo o a un ser querido. Jamás les desearíamos el sufrimiento eterno, pero las religiones nos hablan de infiernos y penas eternas. Un ser que aun siendo de una naturaleza tan infinitamente amorosa, nos enviaría a un sufrimiento eterno que ni siquiera nosotros podemos concebir.
Guerras, hambre, enfermedades, crisis, catástrofes naturales... ¿Dónde está dios?
La gente se queda en lo exterior y no mira hacia dentro.
El primer paso es conocerse a uno mismo para poder empezar a comprender que todo en la vida responde a un plan global. Un plan universal y majestuoso basado en el efecto-causa. Un plan en el que nosotros mismos decidimos tomar parte antes de encarnar en la tierra. La tierra es un teatro y nosotros sus actores, el problema es que estamos tan metidos en nuestro papel, que a menudo olvidamos quienes somos en realidad. Dejamos de comprender que somos responsables de todo aquello que nos acontece. Nuestro ego nos dice que todo lo bueno nos llega por meritos propios, y nos acordamos de dios cuando las cosas no van como quisiéramos.
El cristianismo borró la reencarnación de su sagrada escritura y nos robó el conocimiento de nuestra naturaleza divina.
Nos han dicho que sólo tenemos una vida y que hay que vivirla a tope; con todo lo que ello implica. No importa pisar al prójimo, no es importante meditar, cuidar la naturaleza o "perder" el tiempo en la búsqueda interior. Todo lo que importa es sobrevivir... eso nos cuentan las bases del viejo paradigma en el cual aun vive tanta gente. Esta gente no tiene tiempo para siquiera imaginar o desear una vida plena que viene dada del conocimiento de que somos una chispa divina viviendo una experiencia carnal.
Somos seres espirituales experimentando una vida carnal. Podría hablar de cosas tan significativas como las parafonias, la ouija, la mediumnidad, filmaciones e investigaciones en lo espiritual, viajes astrales, premoniciones, telepatía, sucesos documentados de bilocación, seres multidimensionales, Ovnis, y de tantas otras cosas que avalan y sustentan lo que cuento. Pero he aprendido que en muchos casos la experimentación personal de tales cosas es esencial para SABER. No hablo de creer o de tener fe... hablo de conocimiento y experimentación, el camino a la sabiduría.
Cuanto más sé, más me queda por aprender, eso lo tengo claro. Todo lo que se, es que todo lo que es mi persona, (sentidos, conocimientos, emociones, experiencias, intuiciones, etc.) me dice que lo que cuento es la verdad que ya empieza a hacernos libres.
Fuente: Administrador